- ¿Cuándo surge su interés por la ciencia?
Mi interés por la ciencia viene desde siempre. Cuando era niño recuerdo que tenía mucho interés por todo lo que es la parte más de ciencias naturales, el programa de animales y, naturalmente, esto fue evolucionando después hacia intereses más moleculares que finalmente me hicieron entrar en la carrera de bioquímica en la UdeC.
- ¿Cómo fue adentrarse en este mundo?
Cuando cursé en tercer año el ramo de biofísica, donde vemos todo lo relacionado con estructura y función de proteínas, surge en mí el deseo y el interés de trabajar en eso. Era un tópico en el cual convergía todo lo que habíamos estudiado de química, aplicado directamente a la biología.
- ¿Cómo cambió su perspectiva frente a la vida llevar tantos años de estudio vinculado a lo molecular?
No sabría decir si cambió mi forma de ser, lo que sí —obviamente— ahora uno tiene una perspectiva más molecular de todo, de alguna manera se comienza a ver y a cuestionar cosas que tienen que ver con el diario vivir. Por ejemplo, cómo el cuerpo interacciona con la luz, cómo es el movimiento, por qué mis músculos se contraen, por qué los ojos son de colores, todo ese tipo de preguntas que uno tiene de niño, durante la carrera comienzan a tener respuesta y, más importante aún, también se aprende a cómo hacer nuevas preguntas.
- ¿Tiene estudios de postgrado? ¿Dónde los realizó?
Una vez que terminé la carrera de química, inmediatamente ingresé al programa de doctorado en la UdeC, donde seguí trabajando en el estudio de la estructura y función de proteínas. Fueron cinco años de mucho trabajo, pero muy enriquecedores, tuve la oportunidad de hacer una estadía en la Universidad de California, que me permitió conocer una universidad nueva, además de Estados Unidos, y hacer contactos. Todo eso me incentivó después a querer perfeccionarme en el extranjero, y una vez que terminé mi doctorado realicé dos postdoctorados en la Universidad de Lieja (Bélgica), donde estuve trabajando en diseño de proteínas artificiales y también un proyecto de estudio de cristalización de proteínas en microgravedad. Si no hubiese sido por el doctorado, no hubiera nacido ese interés y no habría vivido todos esos años en el extranjero.
- ¿Tiene un pasatiempo que le guste desarrollar?
Estoy realizando harto ciclismo de ruta, pedaleando aproximadamente 200 km a la semana. Además de eso practico windsurf, entonces algunos fines de semana pueden encontrarme navegando en Lenga o en la Interportuaria con mi tabla. No sé si es lo más lejos, pero tengo viajes interesantes, por ejemplo, entre el 2019 y 2020 estuve un año en Bélgica como invitado por la Real Academia Belga como catedrático y estando ahí compré una bicicleta. Salía de Bélgica y cruzaba a Aachen en Alemania, me tomaba una cerveza y me devolvía, o iba a Países Bajos —a Maastricht— me tomaba una cerveza y me devolvía. Era interesante eso de poder cruzar la frontera en bicicleta.
- Un libro y una película que recomiende…
Una película: El quinto elemento, sin dudas. Es mi película favorita, tanto así que la he visto no sé cuántas veces, fui a verla en dos ocasiones al cine cuando apenas la estrenaron, hace mucho ya. Un libro: hay uno que nos hacía leer Martita Bunster, que se llama “Más grandes que el amor”, tiene un nombre que uno podría pensar que es sobre una novela romántica, pero en realidad cuenta cómo se descubre el virus del Sida, y va narrando desde el área científica donde están los médicos que comienzan a tratar al primer paciente enfermo, cómo los virólogos comienzan a aislar el virus y al mismo tiempo, se va mostrando también el lado humano a través de la congregación de monjas de la Madre Teresa de Calcuta, que son las primeras que comienzan a recibir enfermos. Es un libro es muy recomendable.